El Everest, un vertedero a kilómetros de altura
Cuando se piensa en la cima de Everest, siempre viene a la mente un lugar idílico. Un sitio en el que la nieve, la pureza, la paz y la tranquilidad son las grandes protagonistas. Sin embargo, esto no es así. Y es que, a día de hoy, según el testimonio de las decenas de serpas que suben a esa cima, la cumbre del Everest es poco menos que un vertedero. Un lugar en el que la suciedad, los residuos y la basura de todo tipo hacen acto de presencia en todos y cada uno de los rincones de esta montaña tan emblemática.
¿A qué se debe este exceso de contaminación?
Hace varias décadas, el ascenso al Everest estaba reservado para unos pocos. Sin embargo, la comercialización de rutas hacia la cumbre más famosa del mundo, hace que cada año sean más de 600 alpinistas los que se acercan allí. Y claro, quién sabe si por la emoción del momento, pero lo cierto es que no reparan en la gran cantidad de envases, plásticos y otros residuos que dejan allí.
¿Qué medidas se han buscado para subsanar el problema?
Lejos de pensar que nadie ha hecho nada, hay que decir que las autoridades nepalíes sí han intentado poner medios para solucionar este asunto. A cada una de las excursiones que preparan el ascenso a esos 8.848 metros de altitud se les cobra una fianza de 4.000 dólares. Dicha cuantía solo será reembolsada si cada uno de los alpinistas realizan el descenso con 8 kilos de residuos. Una medida que, dicho sea de paso, está teniendo un éxito relativo.
La situación es preocupante. Tan solo en el año 2017 se abandonaron 25 toneladas de residuos sólidos y 15 toneladas de residuos humanos. Una buena muestra, una más, de la poca concienciación que hay por el cuidado de algunos puntos clave del planeta.
Está en la mano de todos conservar el medioambiente, mantener limpios los espacios naturales y RESPETAR la vida que reside en ellos.
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